No hay nadie
Suena el despertador, son las ocho de la mañana. Aprieta un botón y se da media vuelta. Siete minutos después vuelve a sonar, los siete minutos han pasado como si hubiesen sido siete segundos. Está tentado a apretar otra vez el botón pero sabe que, si lo hace, pasarán siete minutos mas, los suficientes como para llegar tarde a la oficina. No le preocupa lo que pueda decirle su jefe, sino el recuerdo de la mirada que su padre le echaba cada vez que llegaba tarde a reunirse con él. Siempre le ha costado mucho levantarse de la cama, incluso ahora, en que duerme menos horas, le sigue costando. Por fin se levanta, va al lavabo y orina. Después, en a la cocina, ve que el café con leche y las tostadas no están preparadas. Llama a Marga. Nadie responde. Busca por las habitaciones. No hay nadie. Se extraña. No se acuerda que Marga le hubiese dicho que tenía que ir ningún sitio a primera hora de la mañana. Descuelga el teléfono y la llama al móvil. Le responde una grabación que dice que ese número está desconectado o fuera de cobertura. No hay opción a dejar un mensaje en el buzón de voz. Cuelga. Hace el café, pone una rebanada de pan en la tostadora, saca la margarina y la mermelada de naranja amarga de la nevera, añade leche al café recién hecho y pone el vaso en el microondas treinta segundos. Oye el clac del pan al ser expulsado de la tostadora, lo unta con la margarina y le añade un poco de mermelada. Cuando acaba de desayunar, recoge la mesa y lo pone todo en el fregadero. Coge el móvil y se va al lavabo a hacer de vientre como todas las mañanas. Sentado se conecta a Internet y repasa las noticias del día en la web de El País. Se limpia, abre el agua de la ducha, para que se caliente, se lava los dientes con su cepillo eléctrico y se ducha. Después de secarse, se afeita, se pone los calzoncillos y se peina. Vuelve a llamar al teléfono de Marga y escucha la misma respuesta “este móvil esta desconectado o fuera de cobertura”. Saca el traje, la camisa, la corbata y los zapatos del armario que compraron en Ikea y se viste. Recoge del mueble del salón sus gafas, la cartera, la pitillera y el Zippo. Una vez en el recibidor coge el casco y las llaves. Abre la puerta, la cierra con dos vueltas de llave y se va. Al llegar a la oficina lo primero que hace es volver a llamar por teléfono a Marga. El mismo resultado de antes. Se lo piensa dos veces antes de llamar a Blanca, sabe que no puede hacerlo mientras que esté en clase, pero la llama. No hay ninguna respuesta, ni siquiera la de una grabación. Durante el día, mientras va metiendo apuntes en el programa de contabilidad, piensa en que habrá pasado con Marga, no es normal que no esté en casa por la mañana y mas raro es que no coja el teléfono cuando la llama. De Blanca es normal, eso no le inquieta, pues cuando no lo tiene sin batería lo tiene en silencio, en el fondo de la mochila, y nunca se acuerda de comprobar si hay alguna llamada perdida. Cuando va a intentar nuevamente hablar con Marga, su jefe lo llama a su despacho y se encuentra en una reunión imprevista que no acaba hasta la hora de comer. Sale de la oficina antes que la cierren y conecten la alarma y va al bar en el que come cada día. Tiene hambre, una tostada nunca le ha llegado para toda la mañana y encima hoy no ha podido salir a tomarse un café con leche. Piensa en llamar a Marga pero prefiere comer antes. Ya la llamará después, cuando acabe con el café. Además hay mucho ruido de fondo. Al salir del restaurante llama al móvil de Marga, al fijo de casa, al móvil de Blanca. Nada. La tarde se le pasa rápido, pues como resultado de la reunión le ha caído a él la faena de todos los asistentes a la misma. A veces piensa que es el mas tonto de la oficina, pues le pasa con frecuencia: acabar haciendo todo lo que se decide que hay que hacer, le corresponda o no. Además lo quieren todo para ya. Odia la frase para ya. A las ocho acaba todos los informes, los imprime y los revisa. Nunca ha sabido corregir ningún escrito en la pantalla del PC, tiene que hacerlo con el papel delante. Hace unas correcciones con el lápiz y una vez que está conforme con el redactado, lo corrige sobre el ordenador y envía los documentos por correo electrónico a su jefe, con conocimiento a los asistentes a la reunión y al controller de la empresa, siempre copia al controller. Sale de la oficina, escondiéndose, para evitar que alguien lo vea y le pida cualquier trabajo de última hora. Con tanto lio no se ha acordado en toda la tarde de llamar a Marga. Ahora la verá. Al llegar a casa abre la puerta y ve que está todo a oscuras. No hay nadie. Revisa las habitaciones y siguen vacías. Llama por enésima vez a Marga y ahora ni siquiera le contesta la voz grabada. En el dormitorio se desnuda, cuelga con cuidado, el pantalón y la chaqueta en la percha. Se quita la corbata que enrolla sobre si misma y la guarda en un cajón del armario. Se quita los calcetines que tira al suelo y se pone un pantalón corto. En mayo ya empieza a hacer calor en Barcelona. Va a la cocina y busca en la nevera algo para cenar. Encuentra las sobras de la cena de ayer, que a su vez fueron las sobras del día anterior. Las pone en un plato que calienta en el microondas. Mientras, coloca la servilleta, un vaso, los cubiertos y la botella de tinto de verano en la mesa de la cocina. Tras el ring del microondas, empieza a cenar. Al acabar, coge un plátano y se lo come de postre. Recoge la mesa, vacía el plato en el cubo de basura y coloca todos los cacharros en la pica. No tiene ganas de lavarlos, los enjuaga con un buen chorro de agua. Los lavará mañana. Enciende la tele y hace zapping durante media hora. Cansado la cierra. Va al lavabo, se lava los dientes y orina por ultima vez en el día. Sentado en la cama comprueba que la alarma esté puesta para mañana a las ocho. Vuelve a llamar a Marga. Esta vez le contesta una voz humana que le dice “Por favor deja ya de llamarme, no pienso volver nunca contigo. Te lo he dicho mil veces…”. Cuelga sin decir nada, se mete en la cama, se pone el auricular en el oído, apaga la luz y se duerme escuchando el programa deportivo de RAC1.