La lámpara
— No tienes que hacer nada mas que lo que desees — me decía el genio de la lámpara que había aparecido al poco de frotarla.
— Para ti es muy fácil eres un genio y no tienes obligaciones.
— Para ti también si quieres. Después cuando te estés muriendo harás como todos arrepentirte de no haber vivido una vida fiel a ti mismo, de haber trabajado tanto, de no haber expresado tus sentimientos de haber abandonado a tus amigos, y de no haber sido, en definitiva, mas feliz.
— No puedo irme ahora quince días a las Seychelles tal y como propones ¿Que cuento en el trabajo?
— No cuentes nada. Vete simplemente con la mulata de veinte años tal y como te gustaría.
— ¿Y a mi mujer que le digo?
— A tu mujer no la aguantas después de veintitantos años con ella. No le digas nada, eres una persona libre.
— Es muy fácil decirlo.
— Es mas fácil hacerlo — me respondió— Además te llevaré a Paco tu amigo de siempre, ese al que no ves desde hace veinte años porque tu mujer y la suya no se soportan.
— Después de tanto tiempo igual no quiere.
— Querrá. Y en lugar de la mulata llevo a Piluca con la que aún sueñas por las noches. O te llevo a las dos.
— Piluca tendrá ya cincuenta y cuatro años, estará vieja
— Si, tan vieja como tú, pero sigue siendo atractiva, inteligente y muy simpática. Te reirás mucho con ella, te lo pasarás bien.
— No sé, además hemos quedado con mis suegros este fin de semana y si no voy se cabrearán mucho y no me harán el préstamo para pagar la hipoteca este mes.
— Por el dinero no te preocupes ¿Cuanto quieres?
— No, no es solo el dinero.
— Ya lo veo lo que te pasa es que te da miedo vivir ¿no?
— No digas tonterías, ni me da miedo ni me haces falta tú para vivir.
— Mira. Sabes lo que te digo que me estás hartando, siempre estáis igual. Me voy a ir.
— Hombre, genio, no te enfades.
— Adiós
Y el genio se volvió a meter dentro de la lámpara y por mucho que la froto no ha vuelto a salir nunca mas.