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Me emborracharé | Cuentos imaginativos y nihilistas utiles para pensar
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Cuentos cortos imaginativos y nihilistas

Me emborracharé

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Todo empezó a primeros de septiembre. Un viernes, recuerdo. Me la encontré día esperando el ascensor a las nueve pasadas, sudorosa. Al comentarle que hacía mucho calor para la época del año en que estábamos, me dijo que no estaba así por el calor, sino porque se había apuntado a clases de baile en la Aliança y justo acababa de llegar de la primera clase. Lo dijo entusiasmada. Le di la enhorabuena y le desee que llegará a ser como la paulova. Se rió mientras yo bajaba del ascensor y le deseaba las buenas noches.

Al día siguiente oí que ponía la música un poco mas alta de lo normal. Puso una canción que yo no conocía y que repetía de forma machacona “me emborracharé”. Sonaba a música latina. Al poco empecé a notar el ruido de sus pies bailando. Duró cinco horas hasta las doce de la noche. Aguanté y no dije nada. “Es la novedad”, pensé. “El entusiasmo de la novedad”, me dije.

El domingo empezó el baile a las ocho de la mañana y siguió durante todo el día con apenas descansos cortos que supuse eran para comer o para otras necesidades mas primarias aún. A las cuatro de la tarde, harto, muy harto, subí. Me abrió la puerta sin parar de bailar, le pedí que dado su entusiasmo por el baile lo hiciese descalza o en zapatillas. Se rió, me dio las gracias, no sé porque, cerró la puerta y siguió bailando. Por la noche me tomé un trankimazin y me puse unos tapones de cera para poder dormir. Soñé con Fred Astaire y Ginger Rogers bailando en Sombrero de Copa. A mitad del baile Fred Astaire aparecía con unas botas de vaquero y se ponía a bailar country al ritmo de Cheek to cheek. Me desperté angustiado con el sueño y mas aún oír Me emborracharé y los pasos de baile de mi vecina. Eran las cuatro de la madrugada. No tenía fuerzas para volver a subir y con esfuerzo, otro trankimazin y la almohada ayudando a los tapones conseguí dormirme de nuevo.

El despertador sonó a las siete y media. Había un inhabitual silencio en el edificio. Me tomé el cortado de siempre, fui al baño, me duche y afeité, me vestí y salí del piso. Mientras esperaba el ascensor oí que, por el hueco de la escalera, volvía a sonar Me emborracharé y los pasos de baile, pero ahora eran mas de dos pies los que bailaban.

Llegué a casa a las siete de la tarde. Seguía la música por lo que decidí ir directamente al piso de arriba. Llamé y me abrió un hombre al que no conocía. Me saludo y me preguntó que qué quería mientras no paraba de bailar. Pregunté por mi vecina y se fue bailando a buscarla. Desde la puerta pude ver por lo menos a unas diez personas siguiendo siguiendo el ritmo de la música. María salió al poco rato. Bailaba, claro. Parecía fatigada. Le rogué que bajase la música y que dejasen de hacer tanto ruido. Me sonrío, me dio las gracias y cerró la puerta.

Ha pasado una semana. Sigue la música y el baile. De hecho no para en todo el día. No sé cuanta gente deben de ser pero por el ruido de las pisadas muchos. He llamado a la policía municipal y han venido hace un rato. Me han preguntado que es lo que ocurría y les he explicado que en el piso del arriba llevan de fiesta desde hace siete días. Al principio no entendían cual era el problema hasta que les he explicado que no paraban ni un momento en todo el día y toda la noche. Entonces me han dicho que subían al piso de arriba. Me he ofrecido a acompañarles y me han dicho que no era necesario. Espero que por fin pare este escándalo. Una hora después aún no han bajado los policías. Su coche sigue aparcado encima de la acera, justo enfrente del vado del garaje de al lado. He decidido subir a ver que pasa.

Hace un mes que empezó el baile y tres semanas desde que empecé a bailar yo mismo. Es imposible dejar de bailar. En la vida he sufrido tanto pues estoy agotado, me duele todo el cuerpo y me empieza a fallar la respiración. Los policías están bailando justo a mi lado, sonríen. Hay varias personas que yacen en el suelo posiblemente muertas. Nadie les hace caso. Todos siguen bailando y en su cara no se ve diversión, solo sufrimiento y angustia a pesar que sonrían. He intentado llamar por teléfono pero soy incapaz de hacerlo, solo puedo bailar y ocasionalmente coger un emparedado de la mesa o beber un poco de agua. En mi estado no creo que esté vivo muchos días mas. Sigue sonando Me emborracharé mientras que en el fondo de la sala María nos mira a todos y sonríe complacida. De vez en cuando repone la mesa de bocadillos y de botellas de agua.
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